La maleta de Xi Jinping

Fernando Reyes Matta

Xi Jinping llegó por estos lados del mundo citando una frase de la epopeya de Martín Fierro: “Los hermanos sean unidos, porque ésa es la ley primera”. Buenos asesores, dirán algunos. Oportunismo políticos, marcarán otros. Pero detrás del gesto hay un tema más de fondo: China -y especialmente su Presidente- está buscando acercarse al mundo señalando su interés en la cultura de los otros, pero también con el afán de ser entendido en la cultura propia. Proyectar las metas mayores de lo que ha llamado “el sueño chino”.

Esta vez la maleta de Xi Jinping no traía sólo convenios, préstamos y fuertes aportes para cada uno de los países que visitó. Como tampoco venía sólo a construir la proyección internacional poniendo los principales fondos para crear el Banco de Desarrollo de los BRICS. Eso estuvo, por cierto. Y la prensa ha dado amplia cuenta de los volúmenes comprometidos en cada paso de la gira.

Pero hubo algo de mayor alcance y proyección: China esta vez vino a buscar a los países latinoamericanos y caribeños como un conjunto, para construir una agenda común a partir de la condición de países en desarrollo de todos los participantes. China ya está a las puertas de ser primera potencia económica, pero está lejos de ser país desarrollado cuando se cruza su PIB con los casi 1.400 millones de su población.

En ese marco, el Foro de China y CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe) quedó instalado tras el encuentro en Brasil, donde también concurrió la Presidenta Bachelet. En pocos meses todos los cancilleres del continente se reunirán con su contraparte en Beijing y seguramente tendrá lugar una cita a nivel presidencial en el curso del 2015 o comienzos de 2016. ¿Cuáles pueden ser los contenidos de ese diálogo político con China? ¿Cómo construir consensos en medio de diferencias que, entre otros ámbitos, emergen de modelos políticos distintos?
Lo primero es entender cuánto ha cambiado China en lo social, político y cultural de lo que era hace una o dos décadas. Y, lo segundo, estudiar y prever dónde estará China en veinte o treinta años más.

China vive, por ejemplo, una revolución profunda de intercomunicación: por una parte, las redes sociales con cerca de 650 millones de internautas que -más allá de ciertos controles y prohibiciones- viven una conversación colectiva sobre su realidad como nunca tuvieron antes; por otro lado, la expansión de los trenes de alta velocidad ha cambiado totalmente la mentalidad de los chinos respecto de su geografía y el derecho a desplazarse por ella. En poco más cinco horas se va de Beijing a Shangai, lo que antes reclamaba todo un día y un gran sacrificio.

Si miramos hacia adelante emergen tres realidades que transformarán el país: a) China asume la innovación y el rescate de la inventiva como lo tuvo por siglos (ver las cifras de inscripción de patentes que se doblan año a año en la OMPI, Oficina Mundial de Propiedad Intelectual); b) desarrollo urbano acelerado: según la base de datos Cityscope (McKinsey Global Institute), al 2025, de las 75 ciudades más dinámicas en el mundo 29 estarán en China con una población de 925 millones; c) al 2022 (informe de Xinhua) la clase media alta podría representar 54% del total de hogares urbanos.

Xi Jinping, como ningún otro mandatario chino anterior, se ha propuesto relacionarse a fondo con América Latina y el Caribe. El presente viaje, junto con 150 banqueros y empresarios chinos, ha sido el segundo en apenas un año tras haber estado antes en México, Costa Rica y Trinidad y Tobago. Y como vicepresidente llegó, entre otros países, a Chile, para hablar desde aquí -desde la CEPAL- a todo el continente y anticipar su visión política.

¿Diferencias con China? Se pueden señalar muchas. ¿Contradicciones en CELAC? Son evidentes, con proyectos políticos diversos. Sin embargo, el reto es diseñar, como otras regiones lo están haciendo, una agenda de intereses compartidos, abierta a los desafíos del siglo XXI. Es el marco en el cual la Presidenta Bachelet visitará China en noviembre próximo.